viernes, 10 de octubre de 2014

Crema de dientes con bicarbonato

Mingalaba. Tengo mucho que hacer estos días. Pero no hago nada. Nada de lo que debería hacer. Pero muchas otras cosas. Salgo, leo, veo películas, me moja la lluvia y juego al bádminton. Ayer en un bar donde celebramos la Pax Romana (posteriormente denominada Pax Augusta) y se vendían tomates al peso, hicimos una apología de la digestives (yo confesé mi filia por mojarlas en un earl grey a media tarde). Después bailamos algo de funk y bebimos tequila y bloody mary’s. Al despertarme termino de devorar La misma ciudad. Y no puedo dejar de pensar en cosas que no quiero. Me paso algo parecido después de ver Weekend. Luego está lo del ébola. Este país a veces me mata. Y Excalibur que ya no es espada, ni ladra. Tengo los poemas sin hacer y la sospecha de que no por mucho huir, se llega a ningún sitio. La ciudad (Constantin Cavafis).
Dices: “Iré a otras tierras, a otros mares.
Buscaré una ciudad mejor que ésta
en la que mis afanes no se cumplieron nunca,
frío sepulcro de mi sentimiento.
¿Hasta cuándo errará mi alma en este laberinto?
Mire hacia donde mire, sólo veo
la negra ruina de mi vida,
tiempo ya consumido que aquí desperdicié” 
No existen para ti otras tierras, otros mares.
Esta ciudad irá donde tú vayas.
Recorrerás las mismas calles siempre. En el mismo
arrabal te harás viejo. Irás encaneciendo
en idéntica casa.
Nunca abandonarás esta ciudad. Ya para ti no hay otra,
ni barcos ni caminos que te libren de ella.
Porque no sólo aquí perdiste tú la vida:
en todo el mundo la desbarataste.