miércoles, 11 de junio de 2014

Libertad. Jonathan Franzen

Me declaro ajeno a todas las discusiones existentes en la blogosfera entorno a la figura de Jonathan Franzen. Vamos ni creo que sea el gran autor norteamericano de nuestros días, ni que escriba truños carentes de todo interés. Me quedo con las ganas de leer su anterior novela (Las correcciones), pero de momento todavía cuando voy a acostarme acude a mi cabeza Walter y su obsesión con preservar el hábitat de las aves canoras y de advertirnos de los peligros de la superpoblación del planeta. También asoma la indecisión vital de Patty, y claro como no pensar en Richard (cantante de los Traumatics y de Walnut Surprise) en el que es imposible no ver reflejado a tantos rock-folk-singers de la escena alternativa norteamericana, por aparecer hasta en ocasiones se me cuela la estúpida seguridad de la joven Lalitha.


Es verdad que no es una novela que te enganche con el primer párrafo, pero cualquier lector mínimamente entrenado (que haya superado la fase de El Barco de vapor), descubrirá el interés de adentrarse en los entresijos de esta dysfunctional happy family.

Pobre Walter. Primero había dejado de lado sus sueños de actor y cineasta por un sentido de la responsabilidad económica para con sus padres, y después, en cuanto su padre lo liberó con su muerte, fue a juntarse con Patty y dejo de lado su aspiración de salvar el planeta y entró a trabajar en 3M, par que Patty pudiera tener su fabulosa casa antigua y quedarse allí con los niños. Todo ocurrió casi sin siquiera planteárselo. Él se entusiasmaba con todos los planes que la entusiasmaban a ella, se entregó a la reforma de la casa y a defenderla contra su familia (…). En los primeros años, era tal su fervor por Patty que a sus ojos ella no podía hacer nada mal. Y sin duda fueron muy buenos años.

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